El término cultura de masa surge
en los Estados Unidos en el campo político conservador, entre el final de la
década del treinta y el fin de la Segunda Guerra Mundial. En la década de los
cuarenta se tornaron de uso corriente las denominaciones “comunicación de masa”,
“medios masivos” y “cultura de masa”. Es en este momento cuando se inician las
investigaciones sobre comunicación, que intentan comprender el impacto de los
mensajes junto a las audiencias y el público. El hecho de que estas
investigaciones surgieran en Estados Unidos es sintomático, es decir, mientras
que en los países industrializados de Europa había una movilización a causa de
la guerra, en Estados Unidos el debate intelectual se centraba en los filmes de
Hollywood, la radio, la publicidad…
Raymond Williams expresa una
reticencia compartida con diversos intelectuales respecto a la idea de “cultura
de masas”. La obra de Williams es dilatada y heterogénea, engloba desde la
teoría literaria, la creación literaria, los medios de comunicación y la teoría
cultural. En la conclusión de su libro Cultura
y Sociedad, realiza una crítica del concepto de masa (masa y masas, cultura
de masas, observación de masas, comunicación de masas…) y elabora la siguiente observación:
“Masa fue una palabra para sustituir
multitud. De hecho, no hay masas; existen apenas maneras de ver a las personas
como masas”. Esta proposición de Williams deriva de un análisis anterior en
el que considera el modo en que el término está penetrado por mandatos
ideológicos. Sintetizando sus críticas podemos decir que considera que el
concepto de masa lleva inserta una concepción de la audiencia, siendo la
ideología “natural” de aquellos que controlan los medios y se lucran con los
mismos. Williams considera que “La teoría
completa de la comunicación de masas depende, esencialmente, de una minoría de algún
modo explotando a la mayoría”, es decir, no se analiza la recepción y lleva
implícita una idea de comunidad, de explotación de unos hombres por otros. A Williams
le parece claro que los medios de comunicación de masas no producen la cultura
popular o de clase obrera, producida para ellos pero no por ellos. La clase
dominante controla la herencia cultural, siempre selectiva, pero eso no implica
que ahogue la creación de una cultura obrera.
Williams sugiere la existencia de
cuatro grandes sistemas de comunicación en relación al grado de libertad y
control: autoritario (monopolio del grupo hegemónico), paternalista (censura),
comercial (libre mercado) y democrático (comunicación real). Considera que la revolución
de los medios de comunicación es inevitable y beneficiosa, siendo expresión del
proceso general de “emancipación humana”. El objetivo es una democracia activa
y culturalmente educada.
“Si el hombre es un ser esencialmente
creativo, con afán de aprender y comunicativo, la única organización social
adecuada a su naturaleza es la democracia participativa, en la cual todos
nosotros, como individuos únicos, aprendamos, comuniquemos y dirijamos”.
(Williams.
The Long Revolution. Chatto
and Windus, London, 1961, p. 100.)
Williams sitúa el arte dentro del
proceso general de descubrimiento y creación humana, ya que es parte del
proceso comunicativo como un todo, puesto que “la comunicación es el proceso de convertir la experiencia única en
experiencia común”.
A modo de conclusión, podemos
decir que para Raymond Williams la cultura es ordinaria ya que explica un modo
de vida que no pertenece a unos pocos, sino que compromete todas las costumbres
cotidianas y a todos los individuos. Añade Williams que la cultura popular se
puede calificar de mala, pero no se puede identificar con la clase trabajadora,
ya que una cosa son los bienes de consumo masivo y otra lo que la gente hace
con ellos. Por eso, mira al futuro con optimismo, con una confianza en la
cultura como agente transformador y democrático.
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