martes, 4 de junio de 2013

¿Generan conocimiento las encuestas de opinión?

La verdad científica es objetiva ya que se plantea de manera cuantitativa el funcionamiento del mundo, depende del hecho de que el investigador siga estrictamente las reglas de su método y de que tome conciencia de sus prejuicios para que no contaminen su investigación. Pero podríamos decir que las ciencias sociales se rigen por otros parámetros generadores de conocimiento. Uno de los problemas más relevantes de las ciencias sociales es que no dispone de conocimientos sociales que respondan a una referencia disciplinar única, es decir, el conocimiento se debe buscar en un conjunto de disciplinas sociales, cada una con su propio campo semántico y su metodología. Según Toulmin, las disciplinas son empresas racionales colectivas que se proponen determinadas finalidades en las que coinciden sus practicantes. Es decir, las ciencias son disciplinas que se proponen unos ideales de tipo explicativo, es decir, buscan las causas y razones de un determinado ámbito de fenómenos, ignorando que no le son propios. Esto significa que, para que una ciencia pueda lograr sus objetivos ha tenido que aislarlos, con el fin de que se puedan alcanzar sin la interferencia de otras cuestiones. Desde nuestro punto de vista, el conocimiento se define como el conjunto de respuestas que da la comunidad científica a los problemas en cada momento. Asimismo, entendemos que si la respuesta científica la proporcionan las personas, éstas no pueden librarse de su contexto, es decir, sus respuestas quedan contaminadas por los conocimientos que tienen en cada momento, por las urgencias sociales que obligan a dar relevancia a determinadas cuestiones y por los intereses de aquellas instancias que tienen el poder político o financiero. Si aceptamos que el conocimiento no es objetivo, seguro y universal, sino que es un producto social elaborado por la comunidad científica a lo largo del tiempo, ello implica reconocer que el conocimiento es un producto histórico y, por tanto, no es neutro y queda sujeto a la interpretación, a la duda y al cambio.
Como afirmó el antropólogo americano Clifford Geertz, las ciencias humanas no tienen suficiente con descripciones superficiales, sino que las necesita densas. Las ciencias humanas y sociales están perpetuamente inmersas en la cultura y de ahí que necesiten que los investigadores sepan que ellos también están sumidos a ello. Las ciencias sociales comportan infinidad de implícitos culturales y todo un complejo marco interpretativo para poder ser comprendidas y, al mismo tiempo, están marcadas por la historicidad y la lingüisticidad de todo lo humano. En la historia y la cultura resulta ardua tarea intentar concretar una verdad única y universal o llegar a alcanzar una interpretación de los hechos neutral e inequívoca. A pesar de ello, sí es posible manifestar de forma rigurosa intersubjetividades (que deben valer para el conjunto de los humanos) que demuestran un vínculo entre el presente y el pasado.
Los métodos en las ciencias sociales se pueden resumir en tres, que no son excluyentes entre sí, en cuanto que cada uno puede complementar al otro. En primer lugar encontramos el método hermenéutico que consiste básicamente en interpretar y comprender. Comprender las acciones humanas bajo la premisa que la conciencia está determinada por una dimensión histórica y el lenguaje utilizado, y que los fenómenos sociales no se pueden explicar como hechos causales como los de la naturaleza.
En segundo lugar tenemos el método critico-racional. El origen del cual se encuentra en la Escuela de Frankfurt y su tesis principalmente era una crítica aplicada a la sociedad. Es decir, rehusaban el método experimental en cuanto que no era suficientemente fiable para una buena comprensión e interpretación, por eso su solución era la crítica de los fenómenos sociales para encontrar una sociedad más justa. Criticaban el uso instrumental de la razón del capitalismo por su manera de proceder maquiavélica, proponiendo una crítica de la razón para evitar los intereses particulares en favor de los vitales.
Y finalmente, como tercer y último está el método empírico-analítico donde encontramos dos focos principales;
El método cuantitativo, que pretende explicar los fenómenos a partir del conocimiento de sus causas utilizando las ciencias matemáticas como ciencia auxiliar para complementarlo. Las técnicas que se utilizan son las encuestas que recogen la información a través de preguntas sobre un fenómeno particular. Estas pueden ser abiertas o cerradas según las opciones en la respuesta del objeto donde éste debe estar dentro de los parámetros de la muestra preseleccionada como la edad, sexo, profesión..., o ha sido escogido dentro de un proceso aleatorio. El resultado consiste en una amalgama de datos precisos donde necesitan un proceso y una interpretación siempre teniendo en cuenta “las variables de la conducta individual y que los valores no se pueden cuantificar”. Y el método cualitativo, se trata de un sistema que busca el estudio de casos concretos sin caer en las generalizaciones. Aquí tenemos las entrevistas donde el entrevistador interactúa con el entrevistado, y las historias de vida, que consisten en entrevistas que buscan las experiencias vitales del entrevistado a lo largo de su vida.
Las encuestas de opinión buscan producir un efecto de consenso, una opinión pública unánime como instrumento de acción política. Según P. Bordieu, la opinión pública en el sentido que le dan quienes realizan los sondeos de opinión, es decir, como suma estadística de opiniones de la gente que toma posición sobre opiniones pre-formuladas, no existe. No existe porque presupone que todo el mundo puede tener una opinión, que todas las opiniones tienen el mismo valor y que existe un consenso sobre la problemática que se está tratando.

Schütz es quién primero pone el foco en la importancia de la realidad cotidiana, en la construcción social de la realidad, que es el motivo subyacente a toda investigación sociológica (en este caso a través de las encuestas o sondeos de opinión). Esta realidad cotidiana se construye naturalizando u objetivando actitudes típicas frente a situaciones también aceptadas socialmente que proporcionan una certeza subjetiva al individuo. Husserl se refiere a este consenso social como “suspensión de la duda”.
Sin embargo, Schütz distingue diversos mundos de significación en que participa cada individuo (el mundo laboral, el mundo familiar, etc.), diversas estructuras de pertenencia relativas a estos mundos de significación que tienen que ver con la distribución desigual de conocimientos según el lugar que se ocupa en la sociedad, los grupos de referencia, múltiples realidades de la experiencia personal (que P. Berger y T. Luckmann integran en los llamados universos simbólicos), y que las encuestas de opinión no tienen en cuenta al interpretar los resultados de lanzar una misma pregunta a individuos con diferentes realidades sociales o bien reinterpretan en función de los intereses de los receptores de estas preguntas, transformando respuestas éticas en respuestas políticas por el hecho de imponer una problemática. Es lo que Bordieu llama éthos de clase, un sistema de valores que adquirimos desde la infancia y a partir del cual tenemos respuesta para preguntas muy diferentes.

Berger y Luckmann, en su obra capital La construcción social de la realidad, explican la búsqueda del individuo por encontrar esos patrones culturales que le facilitan la relación con la sociedad, rutinas que permiten la tipificación de conductas que se tornan hábitos. La suma total de estas tipificaciones y de las pautas recurrentes de interacción entre ellas forma las estructuras sociales; se trata de procesos de institucionalización. Las instituciones adquieren objetividad con el paso del tiempo, preexisten al individuo, representándose como si tuvieran realidad propia, como hecho externo y coercitivo. Como ejemplo, la Administración, que según Cardús sería el organismo adecuado para proporcionar a los sociólogos los datos objetivos y fiables para realizar un buen estudio. Para Berger y Luckmann el concepto de institución es más amplio y abarcaría todo rasgo o complejo cultural (familia, educación, orden social…), que está fijado por pautas o sanciones y que debe estar legitimado, es decir, explicado y justificado. En este proceso de objetivación y externalización de las experiencias del individuo para aprehender la sociedad como una realidad objetiva, tiene especial importancia el lenguaje. El lenguaje objetiviza la experiencia subjetiva del individuo, la naturaliza, tipifica la acción social, universaliza la experiencia, posibilita la memoria individual y colectiva porque permite reinterpretar el pasado para integrarlo en el presente, en un proceso de alternación.
El método que proponía Gadamer era el hermenéutico. Su pensamiento se basaba en la premisa que para comprender es necesario una interpretación. Esta transcurre desde la comprensión de una realidad externa a la propia realidad subjetiva y así se abre un diálogo entre el sujeto y el objeto donde las partes implicadas expresan y responden a sus inquietudes entrando en lo que se denomina círculo hermenéutico, distinción gráfica del método por su rotación dialéctica sin fin hasta que se descubra la verdad que interesa tanto al investigador como el investigado. Esta metodología también atribuye para su sentido funcional, la participación de la tradición que actúa como actor otorgando dimensión histórica y la forma del lenguaje que actúa como “mediador de la experiencia hermenéutica”. Estos factores contribuyen para Gadamer no tanto comprender como sumergirse en el fenómeno alcanzando un nivel de vivencia para lograr sintetizar el pasado y presente.
El ser humano, además de tener la necesidad de ser parte de la sociedad, mostrándose moldeable a estructuras sociales y patrones culturales, asume la realidad reificada a través de un proceso de socialización. Esta interiorización de los modelos sociales tiene como fin crear una realidad intersubjetiva, una empatía del yo con el otro, un proceso de socialización primario donde el yo cobra sentido como yo social, que conlleva la identidad propia. En la socialización secundaria el individuo internaliza submundos diferentes, según el acceso desigual al conocimiento; su rol y su posición social, los medios de acceso al conocimiento se institucionalizan.
Focalizándonos ahora en el análisis del texto del profesor Javier Elzo desde la perspectiva de los escritos de los profesores Salvador Cardús, también autor de uno de los módulos de la asignatura, y Pierre Bourdieu, en primer lugar es necesario que dejemos de lado cualquier apreciación subjetiva tanto referente a los resultados alcanzados por el estudio como a los comentarios del propio profesor Elzo para, de esta manera, poder aproximarnos al mismo de la forma más neutra posible. No es necesario decir que esto es más fácil decirlo que hacerlo, pues algunos fragmentos del texto del profesor Elzo se pueden calificar de casi provocadores.
El Resumen del Informe Jóvenes Españoles 2005 se hace, según Elzo, << (...) sin ninguna pretensión analítica y con muy escasas cifras (...) >> con lo que, desde un primer momento, queda suficientemente claro que el autor no quiere engañar a nadie, aunque quizá habría sido necesario que añadiera “y desde un prisma un tanto subjetivo”.
En nuestra opinión, si aplicamos sobre el estudio el filtro terminológico utilizado por Salvador Cardús, podríamos calificar aquél como cuantitativo por lo que atañe a la utilización de cifras y estadísticas aunque, teniendo en cuenta los comentarios valorativos llevados a cabo por el autor, podríamos llegar a considerar el estudio también como cualitativo. La primera tipología, según ya hemos dicho, es más cercana al método utilizado en las ciencias naturales, mientras que la segunda es más propia de nuestro campo de actuación: las ciencias sociales.
De cualquier modo, compartimos algunas de les críticas que tanto Pierre Bourdieu como Salvador Cardús hacen de las encuestas de opinión, en especial en cuanto a la posibilidad o el peligro de su manipulación, tanto en su confección como en su resultado, según nos recordaba el propio Salvador Cardús.
Asimismo, consideramos muy acertada la opinión de Bourdieu referente al valor que se le tendría que dar a los no sabe / no contesta (NS /NC); pues no cabe duda que, en ocasiones, es casi más importante la verdad que se puede extraer de aquellos cuya respuesta fue NS/NC que no de los que eligieron una de las respuestas prefijadas por el encuestador o, mejor dicho, por la empresa o institución que encargó el sondeo de opinión y ello por cuanto, citando ahora a Cardús << Les enquestes d’opinió es basen en l’error de suposar que tothom té una opinió. >>
Sin perjuicio de lo anterior, creemos que les encuestas de opinión son las herramientas más apropiadas para el trabajo de campo siempre que se lleven a cabo con rigor, es decir; con una buena planificación metodológica previa, con preguntas planteadas en los términos más neutros posible, tal como advierte Pierre Bourdieu en su escrito, y con independencia u objetividad pues siguiendo ahora a Salvador Cardús << (…) una investigació a mercè dels interessos de qui l’encarrega esdevé la més inútil de les investigacions possibles. >>

Si antes ya comentábamos que el conocimiento podía encontrarse, según Bertrand Russell entre otros, en el lenguaje; ¿Por qué no íbamos a poder localizarlo en el resultado de una serie de encuestas de opinión cuya fuente es precisamente el propio lenguaje? La única condición, a nuestro parecer, es que se respete lo que precisamente indicábamos en el párrafo anterior, sólo así podremos considerar a los sondeos y encuestas de opinión como verdaderos generadores de conocimiento.(Trabajo conjunto para la asignatura de Conocimiento y método)

Noam Chomsky: las guerras de Indochina.


Timor Oriental, una antigua colonia portuguesa, fue penetrado por Indonesia en diciembre de 1975, con la complicidad y el apoyo militar del gobierno de los Estados Unidos. En los años siguientes se aconteció una serie de atrocidades y brutalidades que provocaron la muerte de alrededor  del 10% de la población. La magnitud de la sangría disminuyó posteriormente, pero aún siguieron siendo turbadoras. Reino Unido fue quien aportó la mayor parte de las armas de destrucción masiva. Las Naciones Unidas condenaron a Indonesia, y se prohibió al resto de naciones que suministraran ayuda o armas a Indonesia. Estados Unidos incrementó el suministro de armas a Indonesia y neutralizó los esfuerzos de las Naciones Unidas, reacción que apenas fue manifestada en la prensa. D. P. Moynihan, embajador estadounidense ante la ONU, escribió en sus memorias: “El Departamento de Estado deseaba que cualquier medida adoptada por las Naciones Unidas resultara absolutamente ineficaz. Esta tarea se me encomendó a mí, y la desempeñé con considerable éxito”. Lamentablemente los hechos descritos no son infrecuentes.

Según Neil Smith, la obra de Chomsky en este terreno es destacable por dos aspectos bien diferenciados: por una parte, llama la atención sobre la connivencia de estadounidenses, australianos y británicos para realizar el mal; por otra: porque pone en evidencia la colaboración tácita de los expertos académicos y los medios de comunicación en la ejecución de este mal, ya que no dieron razones de hechos sobre los que disponían de documentación más que suficiente. Chomsky escribió “La responsabilidad del escritor como agente moral es tratar de revelar la verdad sobre cuestiones de trascendencia humana a un público que puede hacer algo para resolverlas”. Precisamente esta afirmación, que determina que la audiencia debe ser potencialmente capaz de actuar, ha dado lugar a graves descalificaciones contra Chomsky.

Dicho autor ha atacado las atrocidades de los indonesios en Timor Oriental y de los jemeres rojos de Pol Pot de Camboya, pero destinando mucha más atención a Timor Oriental, presentando una dilatada documentación sobre la duplicidad y la culpabilidad de Occidente. Al mencionar cada una de las campañas, ha manejado las fuentes con imparcial objetividad, afirmando, por ejemplo, que los informes de las atrocidades de Camboya habían sido muy desmesurados, adulterados y en algunos casos inventados por Occidente. La diferencia primorcial entre los dos casos era que los crímenes de los indonesios damnificaban a muchos estados de Occidente, mientras que no sucedía lo mismo en Camboya. Como consecuencia, Chomsky (y su coautor Herman) fueron acusados de apología a favor del Pol Pot en una sucesión de acometidas caracterizadas por lo que Milan Rai define de “una tremenda falta de honradez”. Hay que tener en cuenta que los hechos son complejos, y que su interpretación es, en ocasiones, muy difícil, pero denunciar las mentiras de los líderes de la sociedad no es lo mismo que intentar defender la causa de las víctimas de dichas mentiras, y es por ello que las críticas contra Chomsky han sido numerosas.

Noam Chomsky: modelo de propaganda.


(http://www.chomsky.info/)
Noam Chomsky ha dedicado grandes esfuerzos en su activismo político más reciente, en especial al papel y el control de los medios de comunicación.

Una de las publicaciones más recientes de Chomsky titulada Media Control: The Spectacular Achievementes of Propaganda [El control de los medios de comunicación: los espectaculares logros de la propaganda] aborda el papel de los medios de comunicación en la difusión de la propaganda a lo largo del siglo.

En Occidente se suele pensar que la prensa es bastante autónoma, progresista, franca, subversiva ante la autoridad… pero frente a esta confortante imagen, Noam Chomsky y Edward S. Herman describen su “modelo de propaganda” que propone que “el objetivo de los medios es inculcar y defender los intereses económicos, sociales y políticos de grupos privilegiados que dominan la sociedad y el estado”. Chomsky y Herman plantean su concepto mediante cinco filtros que “estrechan el caudal de las noticias” que arriban al público, obstaculizando las aspiraciones de los débiles y los pobres y confabulando para cerciorarse de que los medios difundan los puntos de vista de las grandes élites. Los componentes básicos de este modelo o filtros son, entre otros:

-          El tamaño, la concentración de la propiedad y la orientación al beneficio privado de las principales empresas de comunicación.

-          La publicidad comercial como principal fuente de ingresos de los medios.

-          La dependencia de los medios respecto de la información proporcionada por el gobierno y el mundo de los negocios y los “expertos” como fuentes.

-          La “inculpación” como instrumento para disciplinar a los medios.

-          El “anticomunismo” que, una vez desaparecida la URSS, se ha sustituido por el “terrorismo”.

(Vicente Romano, La intoxicación lingüística; 61)

Según ambos autores, estos “filtros” afianzan los supuestos del discurso y la interpretación. Ambos autores consideran los medios de comunicación como un mecanismo de control dócil en manos de las élites que están en el poder, y que, en las democracias más liberales es mucho más sutil que en los regímenes dictatoriales, en los que el control de los medios de comunicación por parte del poder es más evidente.

El modelo de propaganda de Chomsky está centralizado en los medios de élite, esencialmente en los medios impresos. No obstante, la historia de la propaganda revela un impacto y un potencial manipulador mucho mayor en el caso de la imagen y los mensajes basados, ya que puede llegar con mayor facilidad a las masas iletradas. No han sido pocos los sistemas propagandísticos que han apoyado esta dualidad: propaganda escrita para las élites, propaganda visual para las masas.

Frederic Jameson: el giro cultural.



(www.dukechronicle.com )
Una de las obras de referencia indiscutible para comprender las relaciones entre cultura y sociedad en la actualidad es, entre otros, el libro de Frederic Jameson El giro cultural (1999). Este volumen recoge escritos escogidos por el autor del periodo 1983 – 1998.
El giro cultural recorre trayectos amplios, de la globalización al “fin de la historia”, del pensamiento sobre las imágenes a las antinomias de la cultura y las epistemologías contemporáneas, construyendo con ello un mapa orientativo y desafiante. Según Jameson, la categoría de posmodernidad no es simplemente una categoría estética, sino una categoría social, refiere la experiencia de un hiperespacio que ha logrado trascender las capacidades del cuerpo humano individual para situarse, organizar su entorno inmediato y ubicar cognoscitivamente su posición en un mundo externo susceptible de cartografiarse
La primera labor que Jameson emprende es la de proponer cinco rasgos generales que definan la transformación sociocultural que la postmodernidad implica. Primero, el hecho de tratarse de una cultura sin unidad, o mejor dicho, cuya unidad reside en la modernidad que se intenta cuestionar. Segundo, la caída del elitismo hegemónico moderno que se manifiesta en la erosion de la distinción entre la alta cultura y la cultura masiva o popular. Tercero, el marco que representa una sociedad del espectáculo movida por una economía de consumo, como a nivel global viene ocurriendo con claridad desde mediados del siglo XX. A estos tres rasgos estructurales habría que incorporar dos mecanismos expresivos transversales: el pastiche, entendido como síntoma de una heterogeneidad sin norma, como una especie de tendencia a la “parodia neutra”; y la esquizofrenia como matriz pulsional de un tiempo que se vive fragmentado en una serie de instantes perpetuos.

Del francés Baudrillard toma Jameson su punto de arranque teórico, incuestionable hasta el punto de que Jameson no lo cita cuando resume las cuatro teorías de lo posmoderno más importantes: posmodernidad como liberación antimoderna (Hassan), proposmodernos y promodernos (Lyotard), posmodernidad como antimodernidad irresponsable (Kramer) y antiposmodernidad crítica (Habermas). Este esquema conduce a la conclusión de que estamos tan dentro de la cultura posmoderna que es imposible su rechazo inmediato como cualquier celebración fácil sería complaciente y corrupta. Jameson apuntala aquí su principal pivote argumentativo: no necesitamos rechazos ni celebraciones sino el postulado de una “transformación cultural general”.

Baudrillard: cultura y simulacro.


(http://hillofbees.com/2012/03/17/jean-baudrillard-live-jam/)
Comenzando por la fábula de Jorge Luis Borges en la que los cartógrafos del Imperio proyectan un mapa tan meticuloso y pormenorizado que engloba toda la superficie real del territorio, Baudrillard nos aleccionará de la caducidad de dicha fábula, al detentar exclusivamente “el encanto discreto de los simulacros de segundo orden” puesto que hoy en día, “la simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal”.

Hiperrealidad de la simulación que, al finalizar con todo lo imaginario de la representación, reemplaza a lo real “por los signos de lo real, es decir, de una operación de disuasión de todo proceso real por su doble operativo”.

De este modo, una vez perdida toda diferenciacion entre lo real y lo imaginario, toda fundamento objetivo, toda diferencia y todo sentido, “lo real no tendrá nunca más ocasión de producirse, más que en esa resurrección” que pretenden los sistemas de signos. Consiste la precisión de los simulacros pertinentes a la era de la simulación.

Posteriormente, Baudrillard nos describe las detalla fases de la imagen:

-          Sacramento (teología): reflejo de una realidad profunda, buena apariencia.

-          Maléfico (ideología): enmascara y desnaturaliza una realidad profunda, mala apariencia.

-          Sortilegio: enmascara la ausencia de realidad profunda: juega con ser una apariencia.

-          Simulación: no tiene nada que ver con ningún tipo de realidad: es su propio simulacro.

De esta forma, Baudrillard nos previene de que “el momento crucial se da en la transición desde unos signos que disimulan algo a unos signos que disimulan que no hay nada” pues mientras que los primeros connotan “una teología de la verdad y del secreto” los segundos inauguran la fase actual, la de la flotación del sentido y el hundimiento de la representación, la de la precesión de los simulacros sobre lo real.

Disneylandia será mostrada como objetivación de lo imaginario para hacer creer que el resto es real, será adjetivada por Baudrillard como “un modelo perfecto de todos los órdenes de simulación entremezclados”.

El ya histórico caso Watergate que provocó la pérdida de la presidencia de los EEUU a Richard Nixon, será empleado por Baudrillard como ejemplo de la simulación actual, pues, en realidad, el asunto Watergate no fue un escándalo. Baudrillard afirma que el escándalo Watergate “no ha sido más que una trampa tendida por el sistema a sus adversarios – simulación de escándalo con fines regeneradores”.

Es por ello que cree que en la época de la simulación y de la disuasión, hace tiempo que los hechos han desgastado su sentido en la reduplicación artificial de los signos, agotándose en su propio espectáculo, indiferente y sin consecuencias.

lunes, 3 de junio de 2013

Stuart Hall: codificación y decodificación en el discurso televisivo.


Stuart Hall sugiere que en las sociedades modernas la comunicación entre las audiencias y los productores de televisión es indispensablemente una manera de “comunicación sistemática distorsionada” ya que no hay una equivalencia de códigos entre productores de televisión y audiencias. El razonamiento es que los instantes de la “codificación” y la “decodificación” están vinculados, pero no son exactos, son momentos diferenciados en un complejo proceso. Sin embargo, para Hall es esencial que haya algún nivel de reciprocidad entre ambos momentos puesto que de otra forma simplemente no habría comunicación.

A partir de este argumento, Hall plantea la presencia de tres tipos o variedades principales de decodificación del discurso televisivo que pertenecerían a la respuesta del lector en términos de su condición social: “lectura dominante” (el espectador captura el significado de un programa televisivo en su sentido literal y decodifica el mensaje en términos del código en el que ha sido codificado), la “lectura negociada” (cuando el televidente acepta la legitimidad del código dominante, pero adapta la lectura a su condición social específica) y finalmente la “lectura oposicional” (cuando el espectador se opone radicalmente al contenido que ofrecen los medios).

Los principales límites de este modelo parecen localizarse en la equiparación de distintos fenómenos bajo la etiqueta común de descodificación, es decir, la comprensión / incomprensión, por un lado, y la adhesión / desacuerdo ideológico por otro. “También ha sido criticada la vaga definición que ofrece sobre el concepto de lectura preferente o dominante y la presencia de un cierto determinismo sociológico que encontramos, por ejemplo, en la idea de que pertenecer a diferentes categorías sociodemográficas (raza, clase o censo) se relaciona directamente con distintas lecturas de los mensajes” (Cassetti, Di Chio 1999; 304).

Horkheimer - Adorno: La industria cultural como sistema.


En los años cuarenta, Adorno y Horkheimer originan el concepto de industria cultural para estudiar la producción social de los bienes culturales como mercancías. Mauro Wolf (1994; 94) señala que el término “industria cultural” es utilizado por primera vez por Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración, para clarificar la “transformación del progreso cultural en su contrario”, fundamentando el estudio de las quimeras sociales de la colectividad estadounidense de la época. Adorno aclarará posteriormente que seleccionó dicho término junto con Horkheimer por sus matices anti populistas (ibíd.; 354). La locución “cultura de masas” fue reemplazada por “la de industria cultural, para eliminar desde el principio la interpretación más corriente, es decir, que se trata de una cultura que surge espontáneamente de las propias masas, de una forma contemporánea de arte popular” (Adorno 1967; 5).

En la etapa de la industria cultural, el hombre ya no decide independientemente sino que la pugna entre impulsos y conciencia se solventa con la aceptación acrítica a los valores impuestos. La sociedad manipula al individuo a su antojo, “el consumidor no es soberano, como la industria cultural desearía hacer creer, no es su sujeto sino su objeto” (Adorno 1967; 6, citado en Wolf 1994; 95).

La industria cultural y su realidad son completamente diferentes “film, radio y semanarios constituyen un sistema. Cada sector aparece armonizado en sí mismo y todos entre sí” (Horkheimer – Adorno 1947; 130). El mercado de masas implanta homogeneización y regulación, los intereses del público y sus exigencias implantan estereotipos y baja calidad. Y, sin embargo, en “este círculo de manipulación y de necesidad que se deriva de él, la unidad del sistema se estrecha cada vez más. La racionalidad técnica, hoy,  es la racionalidad del propio dominio” (Horkheimer – Adorno 1947; 131). La jerarquización de los productos culturales según su calidad estética o su compromiso es perfectamente práctico a la lógica de todo el sistema productivo “el hecho de ofrecer al público una jerarquía de calidades en serie sólo sirve para la cuantificación total” (ibíd.). La identidad de fondo subsiste bajo las diferencias, apenas oculta, del dominio que la industria cultural hostiga sobre los individuos: “lo que ésta ofrece como completamente nuevo no es más que la representación en formas siempre distintas de algo siempre idéntico; el cambio enmascara un esqueleto, en el que es tan poco lo que cambio como en el mismo concepto de beneficio, desde que éste ha conquistado el predominio sobre la cultura” (Adorno 1967; 8). En el sistema de la industria cultural el proceso de trabajo incorpora todos los elementos “desde la trama de la novela que ya está pensada para una película hasta el último efecto sonoro” (Horkheimer – Adorno 1947; 134).

La máquina de la industria cultural es totalmente independiente, determina el consumo y excluye todo lo que es nuevo, lo que se configura como un riesgo inútil, al haber concedido la primacía a la eficacia de sus productos.