domingo, 2 de junio de 2013

Orson Welles: La influencia de los medios de comunicación.


Siempre se ha dicho que el papel tradicional de los medios de comunicación de masas era el de informar, formar y entretener. La labor fundamental de los medios de comunicación es la de informarnos de lo que sucede en el mundo. Gracias a periódicos, radio, televisión o internet estamos informados de los últimos sucesos. Gracias a ellos también nos formamos, es decir, a través de revistas especializadas, programas específicos de televisión o páginas especializadas en internet podemos instruirnos sobre casi todo lo que queramos. Y finalmente nos entretenemos, gracias a todo el atractivo que los medios nos ofrecen, ya sea mediante la televisión (películas, series, animaciones, concursos…) como en internet (juegos, páginas multimedia…).

Pero estas tres premisas básicas se complementan con otras funciones que pueden ser un arma de doble filo. Los medios de comunicación son un recurso perfecto para anunciar todo tipo de productos y marcas, debido a que llegan a muchísimo público. Además, generalmente los medios de comunicación son empresas privadas cuya finalidad es la obtención de beneficios, y por ello cada vez  más los anuncios invaden la programación. Al mismo tiempo gracias a este poder de difusión son un medio perfecto para divulgar ideologías y determinadas formas de pensamiento. Son muchos los que creen fervientemente que los medios de comunicación tienen una clara función ideológica y todo lo que se dice en ellos está previamente controlado por los grupos de poder político y económico. Según ellos, si los grupos de poder consiguen que se transmitan determinadas ideas e ideologías a través de los medios, posteriormente les resultará más fácil conseguir adeptos, y eso se transforma en mayor número de votos en las elecciones.

El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar  por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para nuestra sociedad.

Los inicios de la sociedad de masas datan de antes de los años 20 del siglo pasado. Los libros y los diarios son los medios de comunicación que ayudaron a configurar la opinión pública y a canalizar los debates en la sociedad. El momento de mayor apogeo de los medios de comunicación de masas moderno surge a raíz del diario de información general. Es entonces cuando la sociología se empieza a interesar por los medios de comunicación. Es a principios de siglo cuando se empieza a tener una conciencia real sobre el papel social de la prensa. A pesar de que empiezan a surgir las primeras desconfianzas sobre el uso de los medios, las opiniones predominantes consideran que gracias a los diarios se está informado y que la prensa contribuye al progreso social y cultural de la población.

Bajo el mandato de Woodrow Wilson se llevó a cabo la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno.
Wilson fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ningún motivo de peso para formar parte del conflicto internacional, sin embargo, Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto, por tanto, debían pensar en alguna fórmula para inducir a la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Por ello se creó una comisión de propaganda gubernamental denominada Comisión Creel, que logró convertir tan sólo seis meses a la población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo aquello que oliera a alemán y salvar a todo el mundo.

Entre los que participaron activamente en la guerra de Wilson, se encontraban intelectuales progresistas del círculo de John Dewey Estos muy orgullosos por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más inteligentes de la comunidad, es decir, ellos mismos, habían sido capaces de convencer a una población reticente de que se debía ir a la guerra mediante un sistema de aterrorizarla y suscitar en ella un fanatismo patriotero. Los medios que se emplearon fueron muy amplios. Se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía hoy se pueden leer en libros de historia. Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes divulgarían la propaganda elaborada por el gobierno y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra. Y funcionó, al tiempo que enseñaba algo realmente importante: cuando la propaganda que el propio estado divulga recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme. Para recabar el apoyo de la población, normalmente pacifista, hay que aplicar ciertos estímulos, y para estimularla hay que asustarla. Una lección ya aprendida por Hitler y por muchos otros, cuya influencia ha llegado a nuestros días.

Las primeras concepciones sobre los medios surgen entre los años 1920 y 1940. La aparición de la radio fue un importante hito comunicativo en este periodo entreguerras.  La prensa y la radio son instrumentos para lo mejor y lo peor; constituyen medios de información y cultura al mismo tiempo que medios para la propaganda. La propaganda política ocupa un lugar central en las estrategias de los regímenes fascistas europeos y del soviético. El psicoanálisis, por su parte, muestra la posibilidad de utilizar mecanismos que, dirigidos directamente al inconsciente, burlen la actuación consciente de las personas. La Escuela de Fráncfort denuncia el ascenso de la irracionalidad nazi por la capacidad de condicionamiento de los nuevos mecanismos de propaganda.
Surge otro enfoque sobre los medios de comunicación; la teoría del “proyectil mágico” o “aguja hipodérmica”, en la que los mensajes de los medios de comunicación se insinuarían “bajo la piel” e irían a atacar a los miembros del público exactamente como sucede con una inyección con una aguja hipodérmica, sin ninguna posibilidad de mediación por parte de los receptores. Uno de los acontecimientos que tuvieron el efecto de confirmar este sentir común acerca de los efectos de los medios de comunicación es la emisión, producida el 30 de octubre de 1938, del drama radiofónico La guerra de los mundos, a partir de la novela de H.G. Wells, bajo la dirección de Orson Welles.

Dicha emisión se hizo famosa por desencadenar el pánico entre los radioyentes, algunos de los cuales salieron a la calle aterrorizados en la convicción de que el país estuviese invadido por marcianos.  Este evento constituye uno de los casos paradigmáticos que dan testimonio del poder de influencia de los medios de comunicación; un poder inmediato, sin resquicios, mecánico. La “invasión de Marte” estimuló varias respuestas y creó un suelo fértil para el estudio de numerosos fenómenos sociales. Tanto Hovland como Lazarsfeld inician sus investigaciones sobre la influencia de la propaganda.

(www.taringa.net)
Entre los años 1940 y 1960 los estudios de comunicación se convierten en una disciplina. A pesar de que se acepta que la comunicación de masas pueda producir disfunciones, se considera que los medios de comunicación son un instrumento imprescindible para el desarrollo de la democracia.
Entre 1960 y 1980 el auge y el cuestionamiento de la cultura de masas siguen más latente que nunca. Durante esta época, especialmente entre los 60 y los 70 nos encontramos con el máximo auge de los medios de comunicación y cultura de masas. Por un lado las investigaciones de Lazarsfeld y Katz señalan que los efectos de los medios de comunicación son limitados, por otro, autores como Mc Luhan o Marcuse señalan que los medios modifican profundamente la percepción de las personas y de la vida social.
Nos guste o no estamos inmersos en una sociedad donde los medios de comunicación tienen un papel central, por lo tanto, tenemos que aprender a entender, interpretar y criticar sus mensajes. Nos enseñan cómo vestir, cómo consumir, qué aspecto debemos tener, cómo reaccionar ante miembros de grupos sociales diferentes al nuestro, cómo ser populares, cuáles son los caminos que nos llevan al fracaso y cómo actuar dentro del sistema de normas, valores, prácticas e instituciones.
El consumo de televisión se ha convertido en una de las características más distintivas de nuestra sociedad. Los altos promedios en el visionado de este medio de comunicación denotan un impresionante poder e influencia que ha adquirido en todas las capas de la población, sin ninguna distinción de sexo, edad, nivel cultural o generacional. La televisión es un electrodoméstico más en nuestros hogares que cumple una función insustituible en la sociedad de consumo en la que vivimos. Pero además no es exclusivamente un objeto de consumo, sino que también plataforma y trampolín para otros consumos, ya que desde este medio se nos invita e incita a consumir todo tipo de productos, objetos, modelos de referencia…
La calidad y la cantidad del consumo televisivo son dos ejes de una realidad que todavía hoy está por meditar. La cotidianeidad del visionado televisivo ha conseguido convertirlo en algo natural y cercano, hecho que hace que parezca que no sea necesario meditar y reflexionar sobre las consecuencias que puede tener, y mucho menos que requiera un aprendizaje para un consumo inteligente del mismo. Los medios de comunicación actuales son el reflejo de nuevos lenguajes que hay que saber interpretar para comprender sus mensajes y disfrutar y aprender con y de ellos. El masivo consumo de los medios se ve acrecentado por ser además puente para otros consumos.  En la actualidad, prácticamente todo debe pasar por la televisión si quiere tener éxito social, prestigio y en definitiva un buen balance económico. Esta doble propiedad de la televisión demanda cada vez más formación de los ciudadanos para que comprendan este medio, como usuarios y consumidores inteligentes del mismo.

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